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06 May 2011 |
Por Movimiento 2D / Democracia y Libertad
Como Júpiter desde el Olimpo, el candidato oficial se burla de los precandidatos que se disponen a concurrir a las primarias democráticas, a conversar con la gente de pueblo en pueblo, persona a persona
El Presidente de la República se declaró en campaña reeleccionista antes de que el CNE estableciera las fechas del proceso. Él es la ley suprema, y el CNE marca el paso, calladamente. O más que calladamente, porque la presidenta es invitada de honor a los actos proselitistas, como el celebrado en la Academia de la Fuerza Naval, donde su director se hizo eco del grito de campaña: "No volverán", y se coreó con disciplina castrense la consigna: "Patria socialista o muerte". Esta es la realidad. La ingenuidad con que se acoge no es más que producto de la buena voluntad de unos partidos o de organizaciones cívicas que cultivan la ilusión de que estamos en vísperas de un proceso normal, con reglas iguales para todos.
Como Júpiter desde el Olimpo, el candidato oficial se burla de los precandidatos que se disponen a concurrir a las primarias democráticas, a conversar con la gente de pueblo en pueblo, persona a persona. "Lancen su candidato majunche", grita el candidato oficial desde las alturas del ventajismo más descarado de que tengamos noticias. "Lancen su majunche para aplastarlo", repite, y lo hace en cadena nacional, como quien da una lección de civismo. Majunche, según el DRAE, es de "calidad inferior". No hay entre los 30 millones de venezolanos ninguno capaz de emular tanta grandeza como la que el candidato oficial pueda exhibir. La "calidad inferior" o majunche es, según el Jefe Único, el denominador común de la nación. Lamentablemente, le toca gobernar un país majunche.
El candidato oficial, además de sus virtudes excepcionales, usa y abusa de los recursos de la nación, confiados a la administración del Gobierno que preside. Tiene a su disposición imperial todo el sistema oficial de medios, televisoras, radios, impresos, que las 24 horas del día exaltan las maravillas de su gobierno. Además del Ejército regular y del de las milicias, uno tercero se mueve tras los pasos del candidato oficial: los miles de funcionarios públicos adscritos a los medios. ¿Cuánto les cuesta a los venezolanos este derroche de monarquía absolutista? ¿Cuánto del alto IVA que pagamos se destina a financiar la grandeza del candidato oficial? Los ciudadanos majunches trabajamos y pagamos impuestos para alimentar su campaña de dilapidación sin control. Los venezolanos trabajamos y cotizamos al Seniat para que corra el dinero de la campaña oficialista.
El Presidente inventa misiones en cada esquina. Las misiones son votos. La Gran Misión Vivienda promete 2 millones de casas, pero como la incredulidad de la gente ha ido tomando cuerpo, ahora reparte "certificados". Anda por la ciudad viendo a ver dónde hay un terreno, lo ocupa o lo confisca y lo declara propiedad de un grupo al que le entrega su documento de "propiedad colectiva". Acompaña la operación con una mentira piadosa: les dice que "antes no entregaban la propiedad del terreno", como si los habitantes del 23 de Enero, de Caricuao o de Juan Pablo II no fueran dueños de la tierra donde se alzan sus residencias. La gente humilde merece respeto. Engañarla para buscar sus votos es deplorable.
La manera desordenada como se lleva a cabo esta campaña le causa graves daños, quizás irreversibles e irreparables, a la ciudad. El candidato, apenas divisa un área verde como las de la avenida Bolívar o un parque como el Arístides Rojas, de inmediato ordena que se destine a vivienda. Repite lo que es falso: "En Caracas cabe otra Caracas". Seguramente, el candidato oficial debe tener en secreto su plan para traer agua a esa megacapital que su campaña lo obliga a prometer. Ni agua, ni electricidad, ni servicios ni infraestructura, nada permite para quien hable en serio pensar en esa temeridad de "otra Caracas" dentro de Caracas. Como no hay cemento ni cabillas, ahora se prometen "viviendas sin cemento y sin cabillas", según una fórmula china. Ni Mandrake el mago ofreció tantos milagros. Mediante trácalas tramposas se quiere atar a los electores: con un certificando o con un papel. "Si votas por mí, te daré el apartamento".
La Ley Habilitante se ha convertido en otro instrumento electoral en las manos del candidato oficial. La Asamblea Nacional fue condenada a la desaparición. El reglamento de cuartel y el ambiente asfixiante que en ella se ha impuesto atentan contra la democracia y contra el Estado de Derecho. El candidato oficial, en una palabra, ha convertido la Ley Habilitante en una máquina de fabricar votos.
En una situación equitativa, los bienes de la nación deberían dividirse para que los otros candidatos también repartan, porque esta campaña, según la ha definido el oficialismo, es la Operación Reparto. Repartirán lo que hay y lo que no hay. Al final, tendremos el más grande derroche de la historia venezolana y, fatalmente, los majunches que ahora son engañados pagarán los platos rotos.
http://www.el-nacional.com/www/site/p_contenido.php?q=nodo/205239/Naci%C3%B3n/El-gran-derroche:-La-compra-presidencial-de-votos
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