La Casanova de punta a punta
08 de Noviembre de 2009
El Nacional
Comenzamos a transitar la avenida Casanova en la interseción con la avenida Las Acacias, donde han puesto pantallas con conteo regresivo en los semáforos. Ese recurso, que suele utilizarse para avisar a los peatones, aquí atiende a la prisa y la ansiedad de los conductores. Una arepería abierta las 24 horas aviva la esquina que hace pocos años era sombría, y su estacionamiento sirve para ensanchar el espacio de una parada de busetas donde se aglomera un gentío.
Así es el tramo inicial de esta avenida, de aceras por momentos negruzcas y estrechas, arquitectura de las décadas de los cincuenta y sesenta y un obvio descuido de lo público.
Luego de un par de cuadras hay un cambio drástico, marcado por nuevas y grandes edificaciones, que por apenas momentos permite el cambio de esa apariencia desaliñada, hasta que la fachada de un edificio inconcluso, remedo de templo griego, hace de la calle una especie de ruina contemporánea. Pero es una hipocresía: la desproporcionada fachada del edificio que parece abandonado, por dentro es, de facto, una extensión del centro comercial El Recreo.
El verdadero templo no es el esperpento que disimuladamente ha permanecido allí, sino el centro comercial, punto neurálgico de esta avenida, donde ríos de gente atraviesan la calle. En horas pico, cien o más personas, que van o vienen del bulevar de Sabana Grande, se entrecruzan vertiginosamente. Sin embargo, a pesar de los desafueros de los que van sobre dos o cuatro ruedas, ese caos parece funcionar.
De esa masa humana, pocos continúan su camino por la Casanova, pues parece haberse perdido el íntimo engranaje que alguna vez mantuvo con el bulevar y que constituía, junto con la avenida Solano, un tejido de vagabundeo callejero, un entorno de vida comercial, bohemia y gastronómica, famoso en los setenta y ochenta, un lugar de modernidad urbana, pecados incluidos. Pero años de economía informal no perdonan y fracturaron ese engranaje.
Luego de dejar atrás la vorágine del centro comercial, entramos en un segmento marcado por la arquitectura: edificios de las décadas de los cincuenta y sesenta y casas de los treinta. En ese hermoso tramo se observa con mayor claridad la fuerza que podría ganar la avenida como paseo, si se ensanchan las aceras (con un momento de apoteosis en la encrucijada de los edificios Córcega, Cerdeña, El Taladro, María Auxiliadora y Monte Alegre).
Hay una oferta gastronómica de algunos buenos y clásicos restaurantes y ha agregado cantidad de pequeños lugares de variadas tendencias y sabores. Los pintores callejeros siguen también, los bares para encuentros sexuales-, aunque las tascas han mermado.
Poco antes de convertirse en avenida Tamanaco, cerca de la calle Chacaíto, donde las aceras se estrechan, los terminales de busetas enmarañan la Casanova y vías aledañas.
En cierta forma, las avenidas "construyen identidades", son como trazos referenciales, ya sea por su trama urbana, su arquitectura, sus usos e, inclusive, sus transformaciones.
La Casanova construye su identidad a partir de sus areperas de 24 horas, el desorden del transporte público, los bares pecaminosos, las clínicas que proliferan, una bella y descuidada arquitectura y un centro comercial que parece querer fagocitarlo todo.
Queda saber si un cariñito a las aceras le devolverá ese sabor de vagabundeo callejero, que alguna vez también fue parte de su identidad.